En las viviendas, cada familia tiene asignado un espacio para colgar los
chinchorros, cerca del cual cada uno tiene su propio fogón, mientras que todas
las actividades sociales se realizan en el patio central.
Conservan sus elementos
culturales, religiosos y lingüísticos. Sus vidas giran alrededor de sus
creencias ancestrales. Forman una sociedad igualitaria y no jerárquica, pues
los chamanes, quienes ejercen la autoridad moral, no poseen distintivos y entre
las comunidades funciona el principio de reciprocidad.
Los yanomami han vivido prácticamente desconectados de la vida moderna, lo que les ha permitido conservar muchas de sus antiguas costumbres. Su tradición religiosa les prohíbe conservar cualquier parte del cuerpo de sus muertos, por lo que cuando uno de ellos muere su cuerpo es quemado, los huesos se trituran y se combinan con las cenizas. Estos se dividen entre la familia y son ingeridos y se destruye el recipiente que las contenía.
Los yanomamis viven en
aldeas (shabono) pequeñas, de entre 40 o 50 personas, que se construyen en
círculo completamente abiertas. Sus viviendas tienen forma cónica y viven en
grupos de familias como una comunidad.
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